Al aproximarnos a la política
observamos que hay tres formas básicas para llevarlo a cabo, a saber, la
prudencia, la ciencia y la filosofía.
La primera parte de que la
política es un saber práctico orientado a la vida en común. En este sentido,
aunque el ser humano es un ser eminentemente social, es decir, que se relaciona
con sus iguales por naturaleza, de
ahí no puede seguirse que la sociedad sea algo natural. Muy al contrario, la sociedad es algo artificial, creado
por el hombre. Por lo tanto, será capital en este ámbito la experiencia, pues
es la única forma que tenemos para actuar correctamente en este ámbito. En este
punto, es interesante la distinción que reflejó Aristóteles. Según este autor,
hay que diferenciar ente la teoría, es decir, el conocimiento sobre realidades
que no dependen del hombre y práctica, que supone tratar de descubrir aquellas
realidades contingentes, dependientes de la acción del ser humano (Derecho,
política o moral). En este último tipo se enmarca la sociedad, pues como se ha
señalado es algo creado. Además, dentro de esta última podemos, a su vez,
diferenciar entre acción, cuya virtud es la prudencia (phrónesis) y la producción, que se identifica con la técnica (tecné).
Esta distinción nos lleva a la
segunda forma de adquirir conocimiento sobre la política, la ciencia política.
Es un saber técnico, que supone que, al desgajar la ética de la política puede
obtenerse un conocimiento científico de la misma. En este sentido, aplicando el
método científico (en sentido amplio), a través de la experiencia, podemos
obtener un cuerpo de leyes. De ahí
que se hable de ciencias sociales y entre las mismas se encuentre la política.
Por último, la filosofía, es
un saber teórico sobre los fundamentos y principios de lo real. Si bien la
filosofía no parte con una preocupación política, pues se le atribuía una
finalidad eminentemente festiva, llegado un punto se interesa por la misma. Su
descubrimiento se debe a Thales de Mileto que señaló que en la propia realidad
se encuentra su esencia (arjé), de
tal forma que el hombre a través del logos
puede descubrirlo. Aplicado a la política supone descubrir los principios
que forman la sociedad, a saber, el bien común y la justicia.
En este marco, tras exponer
los tres tipos de saber, conviene analizar cómo se ha tratado de conocer la
realidad por algunos autores. Parménides, vino a señalar que “el ser es, el no
ser no es”. Esta afirmación que parece no tener repercusión, representó un
verdadero problema para los siguientes pensadores. Los sofistas, partiendo de
un relativismo moral y de cierto escepticismo sobre qué podemos conocer de la
realidad, tuvieron que acabar con la tesis de Parménides. Y ello, porque al
analizar el comportamiento humano se dieron cuenta de que era cambiante y, por
tanto, alcanzar un conocimiento sobre su arjé
(el ser) era algo complicado cuando no imposible. Protágoras, añadió que “el
hombre es la medida de todas las cosas; de las que son, en tanto que son y de
las que no son, en tanto que no son”. Gorgias, queriendo acabar con lo que
había señalado Parménides, indicó que “no hay ser; si hubiera ser, no lo
podríamos conocer; si lo pudiéramos conocer, no lo podríamos comunicar”. Como
se ha señalado, se trataba de acabar con dicha tesis porque resultaba difícil
aplicarla al conocimiento del ser humano y, por ende, de la política.
Sin embargo, Sócrates cambió
el rumbo. A través del método socrátrico (ironía y mayéutica) pensaba que se
podía llegar a conocer la realidad a través del pensamiento e incluso la moral.
Así, aparecía el intelectualismo moral, es decir, que el bien podía conocerse,
era algo objetivo y que una vez conocido ya no habría injusticias, pues estas
se deben al desconocimiento y nadie “hace el mal a sabiendas”. Su discípulo
Platón, trató de estudiar al hombre a través de estas premisas. Como señaló,
hasta ese momento únicamente se había realizado la primera navegación, el
estudio de la realidad material a través de los sentidos. Su tarea consistiría
en realizar la segunda navegación, un estudio más pormenorizado de la realidad,
usando el logos. De esta forma,
podría descubrirse el arjé, lo que él
vino a identificar con las ideas. Sin embargo, lo relevante de su teoría es que
separa la realidad en dos mundos: el mundo sensible y el mundo de las ideas. El
primero se descubriría a través de los sentidos; el segundo, a través de la
razón. Al margen de las características de estas ideas y de otras cuestiones,
lo que interesa resaltar es que, tratando de mantener la tesis del ser de
Parménides, había dividido la realidad en dos dimensiones. El mundo de las
ideas, lo real, el ser, que únicamente podría descubrirse con la inteligencia y
el mundo sensible, copia del anterior, que se analiza con los propios sentidos.
Al analizar el ser humano y la política, Platón creyó haber descubierto una
suerte de división en tres partes. En los seres humanos, compuesto de cuerpo y
alma, podían distinguirse los hombres en función de qué parte del alma tenían
más desarrollada. La apetitiva, cuya virtud era la templanza; la irascible, que
se distinguía por la fortaleza; y la racional, que suponía la sabiduría. Al
mismo tiempo, en la sociedad, había una división de las tareas: la función
productiva, la defensiva y la directiva.
De esta forma, para el autor,
cada una de las tareas debía ser ocupada por un tipo de hombre. La productiva,
por aquellos que destacan por su parte apetitiva; la defensiva, por la
irascible (guardianes); y la directiva por la racional (filósofo-rey). A través
de una dura educación y de un escrupuloso sistema que él mismo ideó, cada
persona ocuparía una posición, llegando incluso a controlar la reproducción
entre ellos, ya que no quería que se mezclaran los tipos de personas.
Por su parte, Aristóteles se
percató del erróneo planteamiento de su maestro Platón. Para él, no había dos
dimensiones de la realidad, pues en las mismas cosas esta su esencia. Partiendo
de la noción de potencia y acto, explicaba el movimiento de las cosas.
Potencia, vendría a ser lo que una cosa está llamada a ser, de tal forma que
cuando llegue a serlo, será acto. Todas las cosas tienen impresa su esencia,
están destinadas a ser algo y se mueven en tal sentido (sentido finalista de la
acción). Además, diferenció entre seres naturales y no naturales, estando en
los primeros una tendencia a realizar determinadas actividades y
comportamientos. Frente a las plantas o los animales, el ser humano tiene una
vida intelectiva, tiene conocimiento y su tendencia natural es a vivir en
comunidad. Además, el ser humano tiende a alcanzar la felicidad a través de la
sabiduría, pero precisa de otro tipo de bienes también (crítica a la educación
platoniana). Entrando en la distinción que anteriormente se hizo entre
conocimiento teórico y práctico, el estudio de los seres humanos y de la
política se encuentra en el segundo de ellos. De esta forma, para Aristóteles,
el ser humano está orientado, como se dijo, ser feliz y para ello debe tener
unas virtudes. En este sentido,
diferenció entre virtudes éticas, que dependen de la acción humana (volición,
deliberación y decisión), pero únicamente sobre los medios, ya que los fines
están impresos en su ser y virtudes dianoéticas, que dependen de la parte
racional del alma (dianoia) y donde
se enmarca, junto a la técnica y a la sabiduría, la prudencia. Las virtudes
comunitarias, por tanto, dependen de esta prudencia que se basa únicamente en
la experiencia como forma de alcanzarla.
Una vez llegados a este punto,
parece interesante realizar una última reflexión. Al margen de que Platón sitúe
en otro mundo (el de las Ideas) el arjé
de las cosas o que Aristóteles lo incluya en las realidades mismas (sustancia),
lo cierto es que la política es un saber eminentemente práctico. Por ello, no
entendemos los planteamientos que tratan de alcanzar un conocimiento sobre un
saber práctico desde la teoría o que lo entiende como una ciencia. La virtud
propia de la política es la prudencia y se basa en la experiencia.
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