martes, 20 de diciembre de 2016

Cuando los derechos entran por la puerta...el amor sale por la ventana

Las relaciones entre las personas deben estar basadas en el amor, la fraternidad y la solidaridad. Independientemente de la relación de que se trate (afectiva, de amistad o del tipo que sea), las mismas deben residir en la confianza y el respeto mutuo entre seres iguales. La sociedad actual ha olvidado estos valores esenciales que posibilitan y hacen posible la vida entre seres humanos y ello ha llevado a una deformación de la realidad misma hasta límites desorbitados. Por ello, sostenemos que cuando en una relación entre dos personas se empiezan a hacer referencia a los derechos de uno u otro y, por tanto, a la justicia, se está acabando con su propia esencia. Cuando se produce alguna disputa, discusión o enfrentamiento, la primera opción debería el diálogo entre ambos. Como ya señalaría Wolff,
“es erróneo pensar que la justicia es la primera virtud de las instituciones sociales y políticas. Posiblemente sea mejor decir que es la última virtud”. De alguna forma, el autor quiere ponernos de relieve que debe ser la ética la que gobierne las relaciones y los derechos no deben acabar con estos vínculos de afecto. Y esto es aplicable tanto a las relaciones entre dos personas como a aquellas en las que intervienen más ciudadanos en el contexto de las relaciones de la sociedad. Impregnémonos de los verdaderos valores éticos como el altruismo, la solidaridad y el amor. Dejemos la justicia, como virtud, para aquellos ámbitos donde debe actuar. En este sentido, la misma debe ser la última ratio, la última vía para solucionar los problemas que puedan ocurrir en la práctica de las relaciones humanas. Íntimamente relacionado con ello, el punto de conexión entre Derecho, política y moral suele identificarse con los derechos fundamentales que se poseen por naturaleza

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