martes, 27 de septiembre de 2016

¿Derecho y Política en regímenes autoritarios?

El tema de discusión de este artículo es si en regímenes autoritarios existe el Derecho y la Política. Para ello, debemos partir previamente de unos conceptos de estos términos, pues lo que entendamos de cada uno de ellos repercutirá, inexorablemente, en la respuesta a ofrecer.

Antes de comenzar esta ardua tarea de definirlos, conviene reparar en un tema que considero capital. Desde el nacimiento de las ciencias experimentales o naturales, el derecho, la política y el resto de materias “sociales”, han sentido un complejo con las mismas. De ahí el empeño de denominarlas ciencias sociales aún a costa de deformar su esencia. Y digo deformar su esencia porque el efecto inmediato de considerarse una ciencia ha sido eliminar de su objeto de estudio las cuestiones axiológicas, o si se prefiere, la moral y la justicia.

Por este motivo, se han tratado de conceptualizar ambos términos de la manera más aséptica posible. Así, el derecho vendría a coincidir, de manera muy simplista, con el ordenamiento jurídico de una nación y la política como una organización de la sociedad.
Quizás aparentemente esto no tiene significación alguna, pero trataré de demostrar lo contrario. Si consideramos el derecho como un conjunto de normas y no damos cabida en el ámbito jurídico a la justicia, estamos diciendo que el único criterio para valorar las propias normas son las propias normas. Ello podría significar que el Parlamento aprobase, por ejemplo, una ley que señalara que vestir de color rojo está penado con la muerte. Imaginando que ello fuera así, el ciudadano no podría más que acatar tal norma, pues no existe nada más que invocar en este campo que la propia norma.

Por su parte, si decimos que la política es una organización de la sociedad, sería admisible que un Gobierno llevara a cabo una represión contra una raza determinada por la razón que estimen convenientes y que, en definitiva, reprima a la sociedad a llevar a cabo aquellos actos que estime oportunos.

Esto centra de alguna manera la discusión entre un gobierno autoritario y otro que no lo sea en formas de hacer las leyes o de gobernar. Sería tan lícito uno u otro, pues simplemente son maneras de llevarlos a cabo. Por ello creo que es un error el admitir que eso sea Derecho y Política. Si desde el neoconstitucionalismo hemos pasado a vivir en unos Estados Constitucionales de Derechos, donde la dignidad de la persona y los derechos que le son inherentes significan la base de la convivencia, ello tiene unas consecuencias. Y esas consecuencias son, entre otras, que no todo Derecho o toda Política es admisible, pues para serlo tendrá que respetar el contenido de la Constitución y, con ella, los derechos fundamentales.

Todo esto obliga, pese al dolor de algunos positivistas, a reconocer la dimensión axiológica en estos campos. Por lo tanto, será Derecho si es justo, es decir, si ese conjunto de normas respeta a la Constitución. Y será verdadera Política si al organizar la sociedad respeta los derechos de los ciudadanos. En este campo, algunos autores han destacado que la función de la política es preservar la vida y no la libertad. Sin embargo, no entiendo forma de vida sin libertad. Porque vivir, significa poder escoger tu camino, tu destino. Vivir sin libertad será, a lo sumo, malvivir. Como señalaba Ortega y Gasset, la vida implica escoger entre diferentes opciones, pues lo contrario no es vida, es necesidad.

Por lo tanto, podemos afirmar con total rigor, que en tiempos de autoritarismo no hay ni Derecho ni Política. Decir lo contrario es renunciar a su propia esencia, es deformar la realidad. No debemos sentirnos inferiores de otras disciplinas porque sean exactas. Precisamente esto último es lo encantador, lo que nos hace diferentes. Y ser diferente no es algo malo siempre y cuando se asuma.  No es relevante llamarlo ciencias sociales o no. Lo importante es tener presente cuando señalemos esto que puede conllevar implicaciones perjudiciales, pues tratar de aproximarse a una realidad deformando su imagen implica no aproximarse; más bien lo contrario, alejarse.

El reconocimiento de una Constitución con carácter normativo y la posición central de los derechos fundamentales implica que nos concienciemos de ello y que interpretemos todo el sistema de forma acorde a sus implicaciones. Si en Derecho supone interpretar las leyes y demás instituciones de tal forma que se respeten estos derechos, en Política también implica repensar sus conceptos básicos. Así, a modo de ejemplo, la soberanía no será la autoridad en la que reside el poder político; será la soberanía popular y la legitimidad supondrá el realizarse de acuerdo con la Constitución. 

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