El tema de discusión de este
artículo es si en regímenes autoritarios existe el Derecho y la Política. Para
ello, debemos partir previamente de unos conceptos de estos términos, pues lo
que entendamos de cada uno de ellos repercutirá, inexorablemente, en la
respuesta a ofrecer.
Antes de comenzar esta ardua
tarea de definirlos, conviene reparar en un tema que considero capital. Desde
el nacimiento de las ciencias experimentales o naturales, el derecho, la
política y el resto de materias “sociales”, han sentido un complejo con las
mismas. De ahí el empeño de denominarlas ciencias sociales aún a costa de
deformar su esencia. Y digo deformar su esencia porque el efecto inmediato de
considerarse una ciencia ha sido eliminar de su objeto de estudio las
cuestiones axiológicas, o si se prefiere, la moral y la justicia.
Por este motivo, se han
tratado de conceptualizar ambos términos de la manera más aséptica posible.
Así, el derecho vendría a coincidir, de manera muy simplista, con el
ordenamiento jurídico de una nación y la política como una organización de la
sociedad.
Quizás aparentemente esto no
tiene significación alguna, pero trataré de demostrar lo contrario. Si
consideramos el derecho como un conjunto de normas y no damos cabida en el
ámbito jurídico a la justicia, estamos diciendo que el único criterio para
valorar las propias normas son las propias normas. Ello podría significar que
el Parlamento aprobase, por ejemplo, una ley que señalara que vestir de color
rojo está penado con la muerte. Imaginando que ello fuera así, el ciudadano no
podría más que acatar tal norma, pues no existe nada más que invocar en este
campo que la propia norma.
Por su parte, si decimos que
la política es una organización de la sociedad, sería admisible que un Gobierno
llevara a cabo una represión contra una raza determinada por la razón que
estimen convenientes y que, en definitiva, reprima a la sociedad a llevar a
cabo aquellos actos que estime oportunos.
Esto centra de alguna manera
la discusión entre un gobierno autoritario y otro que no lo sea en formas de
hacer las leyes o de gobernar. Sería tan lícito uno u otro, pues simplemente
son maneras de llevarlos a cabo. Por ello creo que es un error el admitir que
eso sea Derecho y Política. Si desde el neoconstitucionalismo hemos pasado a
vivir en unos Estados Constitucionales de Derechos, donde la dignidad de la
persona y los derechos que le son inherentes significan la base de la
convivencia, ello tiene unas consecuencias. Y esas consecuencias son, entre
otras, que no todo Derecho o toda Política es admisible, pues para serlo tendrá
que respetar el contenido de la Constitución y, con ella, los derechos
fundamentales.
Todo esto obliga, pese al
dolor de algunos positivistas, a reconocer la dimensión axiológica en estos
campos. Por lo tanto, será Derecho si es justo, es decir, si ese conjunto de
normas respeta a la Constitución. Y será verdadera Política si al organizar la
sociedad respeta los derechos de los ciudadanos. En este campo, algunos autores
han destacado que la función de la política es preservar la vida y no la
libertad. Sin embargo, no entiendo forma de vida sin libertad. Porque vivir,
significa poder escoger tu camino, tu destino. Vivir sin libertad será, a lo
sumo, malvivir. Como señalaba Ortega y Gasset, la vida implica escoger entre
diferentes opciones, pues lo contrario no es vida, es necesidad.
Por lo tanto, podemos afirmar
con total rigor, que en tiempos de autoritarismo no hay ni Derecho ni Política.
Decir lo contrario es renunciar a su propia esencia, es deformar la realidad.
No debemos sentirnos inferiores de otras disciplinas porque sean exactas.
Precisamente esto último es lo encantador, lo que nos hace diferentes. Y ser
diferente no es algo malo siempre y cuando se asuma. No es relevante llamarlo ciencias sociales o
no. Lo importante es tener presente cuando señalemos esto que puede conllevar
implicaciones perjudiciales, pues tratar de aproximarse a una realidad
deformando su imagen implica no aproximarse; más bien lo contrario, alejarse.
El reconocimiento de una
Constitución con carácter normativo y la posición central de los derechos
fundamentales implica que nos concienciemos de ello y que interpretemos todo el
sistema de forma acorde a sus implicaciones. Si en Derecho supone interpretar
las leyes y demás instituciones de tal forma que se respeten estos derechos, en
Política también implica repensar sus conceptos básicos. Así, a modo de
ejemplo, la soberanía no será la autoridad en la que reside el poder político;
será la soberanía popular y la legitimidad supondrá el realizarse de acuerdo
con la Constitución.
No hay comentarios:
Publicar un comentario